El Rapto

Lo había visto mil veces en televisión y le habían advertido del serio peligro, pero aun así seguía sin comprender qué era lo que estaba sucediendo. O más bien no quería aceptar que durante meses ellos serían las caras protagonistas de un nuevo rapto de cooperantes en Afganistán.

La Calma

¿Quién no conoce aquello de que después de la tormenta llega la calma? Puede que incluso demasiada calma para una adrenalina siempre ávida. Tal vez por eso decidió irse en busca de una nueva tormenta.

La Tormenta

Después de la peor de las tormentas que jamás había padecido en sus carnes, aquellas postreras gotas tibias incluso endulzaron su alma aún dolorida por el sufrimiento.

La Macro

-¿Sabes cariño? Hoy me he sentido realmente impotente al tirarme las ocho horas en el trabajo sin dar con una macro que les satisficiera para la presentación de mañana.
-Deberías ya estar acostumbrado cielo porque nos pasa casi todas las noches con tu micro.

La Vergüenza

Por muy dolorosas que fueran las heridas lo que más la consumía por dentro era la vergüenza de verse señalada, como si los papeles de agresor y víctima hubieran sido cambiados en aquel drama trágico del que ella era la estrella protagonista.

El Olvido

Su penitencia fue el destierro, su castigo el olvido.

Los Controladores

“Sin los controladores nuestra vida sería imposible”, le dijo con tono muy serio. “Es triste aceptarlo pero es así, sería inviable viajar en avión”, contestó ella. “¿En avión?”, preguntó él extrañado. “Yo estaba hablando de los controladores de nuestro ordenador”.

Los Poros

Amaba tanto todos y cada uno de los poros de su piel que los hice míos y acabé por asfixiarla.

El Chiringuito

Pasábamos el verano en aquel chiringuito de Playa España. Olor a sidra, a tertulia sana y a risas de niños que entran y salen con su helado en mano. Hasta que el Principado lo derribó haciendo de aquel lugar un cagadero de perros. Es lo que se llama preservar el entorno natural.

La Toalla

Desde su esquina le miró a los ojos que apenas se intuían entre toda la sangre que le cubría el rostro. Pero aun así pudo ver cómo se cerraban derrotados en el momento en el que la toalla besó el suelo.

El Sudor

El sudor que le brotaba en la frente fue la sentencia inapelable en aquel improvisado juicio. Un estruendo inundó la habitación y con él murió el sudor.

La Brisa

Descalza sobre la arena dibujaba con sus pies figuras que las olas en su ir y venir borraban mientras la brisa salada del Cantábrico marcaba en su rostro el paso del tiempo.

La Luna

Todavía despierto volvió a fijar su vista en la luna para buscar en ella la razón por la que seguir soñando. Le bastaba una y ella como cada noche no se la negó.